viernes, 3 de mayo de 2019


PERSONAS QUE SOBREVIVIERON A LO IMPOSIBLE


Personas que han podido superar y sobrevivir a situaciones extremas. Así podríamos describir el tema que hoy tratamos.
Algunos dirían que fue un milagro o que estas personas tenían una fuerza de voluntad extraordinaria combinado con su apego por la vida lo que les permitió salir airosos de tales situaciones.

Aron Lee Ralston


Aron es un montañero estadounidense que se dedica al senderismo. 
No siempre había sido así pues en el 2002 se dedicaba a la ingeniería pero a partir de ese año decidió dedicarse a la escalada de los picos más altos de Colorado, a los cuales se les conoce como Colorado fourteeners y tienen como mínimo 14.000 pies de altura, de ahí el nombre en inglés.

En el 2003, durante una de las actividades de senderismo que se encontraba realizando, cerca del Blue John Canyon (por las proximidades de Moab, Utah, Colorado) una roca se desprendería y aplastaría el antebrazo derecho de Aron, dejándole atrapado contra la pared del cañón.
La situación empeora notablemente si tenemos en cuenta que Aron no había dicho a nadie que iba a estar en ese lugar ni sus planes de senderismo, por lo que evidentemente no iban a buscarle.
Pasaría 127 horas tratando de sacar su brazo, acabando finalmente con el agua que tenía en su botella en esas horas y esperando lo peor.
Debido a esto, con una pequeña navaja decidió tallar su fecha de nacimiento, supuesta muerta y nombre en la pared del cañón, así como grabar un vídeo para sus familiares con la pequeña cámara que solía llevar a sus excursiones.

Debido a la deshidratación, alucinaciones y delirios Aron iba a morir allí si no hacía algo pronto, puesto que además estaba perdiendo la cordura.
Decidió no obstante que la única solución coherente era amputarse el brazo, para lo cual tuvo que usar una navaja multiusos de pequeño tamaño sin afilar.
Una vez liberado, sin embargo, sus problemas no habían acabado; pues se encontraba a 27 km de su vehículo y no tenía teléfono móvil.
En su terrible estado, deshidratado, hambriento y moribundo, tuvo que hacer rapel, caminar por el cañón bajo el caluroso sol de mediodía y levantarse varias veces pues también se desplomaría en ocasiones. 
Además, temería por su vida en varios momentos debido a que los buitres carroñeros ya estaban comenzando a sobrevolarle.
Todos los esfuerzos que Aron estaba haciendo se verían recompensados, pues en mitad de su infernal camino de vuelta por el cañón, se encontraría con tres turistas. Estos atenderían a Aron y avisarían a las autoridades.
Finalmente, el protagonista de toda esta hazaña fue rescatado por un equipo de búsqueda en helicóptero seis horas después de la amputación de su brazo.
A día de hoy Aron Ralston ha contraído matrimonio, tenido un hijo y sigue practicando senderismo.
Como notables logros, después del suceso que marcaría su vida, ha escalado el monte Denali, en Alaska y subió el monte Kilimanjaro en Tanzania, en expediciones en solitario, entre más hazañas.


El suceso del que fue protagonista esta persona, fue llevado al cine en la película “127 horas”.

Aron junto a James Franco, el actor que le interpretó en el cine.

Aron y su esposa en la presentación de la película "127 horas".



Vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya



En octubre de 1972, un avión de la fuerza aérea Uruguaya partió del Aeropuerto Internacional de Carrasco.

En él viajaba todo el equipo de rugby Old Christians del club de exalumnos del Colegio Stella Maris de Montevideo y se dirigían a jugar un partido contra los Old Boys (otro equipo de rugby de Santiago de Chile) y su destino por lo tanto se encontraba allí.


El equipo "Old Christians"

El temporal no ayudaba, había fuertes tormentas. Pero debido a la fecha del partido, tan solo pudieron pasar una noche en el aeropuerto de Mendoza, Argentina. El temporal no amainó y no contaban con mucho más tiempo, por lo que a la tarde del día siguiente tuvieron que retomar su viaje, aunque hubiese alto riesgo de tormenta.
Si bien en el viaje en sí no hubo muchas dificultades, el peor momento llegaría a la hora del aterrizaje.

Lugar donde se estrelló el avión
Debido a las fuertes ráfagas de viento y niebla hacía muy difícil calcular la posición exacta del avión y por lo tanto el piloto aseguró que divisaban Curicó, motivo por el cual la torre de control de Santiago autorizaría el aterrizaje, pensando que se encontraban cerca del aeropuerto de Pudahuel al oeste de Santiago de Chile, cuando en realidad se encontraban aproximadamente 50 km más al norte, sobrevolando la cordillera a la altura de San Fernando, a unos 70 o 100 km de su destino. 

El avión por lo tanto empezó a descender, para después de abrirse paso entre la densa niebla y descubrir para el asombro y desgracia de todos los que iban en el avión que en realidad se habían metido en un largo cajón de aproximadamente 12 km de elevadas cimas, picos y cumbres. Por lo que los pilotos pudieron darse cuenta horrorizados de que el avión estaba en rumbo frontal de colisión con la parte final del cajón cerrada por un alto risco.
Pese a los esfuerzos del piloto, la estructura chocaría inevitablemente con algún risco y comenzaría a descender aún más. En el momento de esa colisión murieron al instante cinco personas.
Después de perder las dos alas el aeroplano, el fuselaje que era lo único que quedaba en pie, aún conservaba bastante velocidad, por lo que acabaría golpeando tangencialmente el terreno nevado y resbaló por una amplia ladera nevada y empinada de más de 1 km de largo hasta detenerse en un banco de nieve.

Restos del avión
El sitio donde acabarían los restos del avión y por consiguiente los supervivientes, es una pendiente de los Andes, en el glaciar de las Lágrimas, en la alta cuenca del río Atuel, Mendoza, situado en el centro-oeste de Argentina.
Algunos de los pasajeros morirían al ser comprimidos por sus asientos, por la fuerza de la inercia. Otros sufrirían traumatismo craneoencefálico y muchos de los que sobrevivieron se encontraban atrapados, debido a que los asientos se habían separado de sus bases.
También hubo gente que solo recibió heridas leves o incluso salieron ilesos debido al efecto de amortiguación que ocurrió.

El piloto Julio Ferradas había muerto instantáneamente, víctima de un TCE y el copiloto Dante Lagurara murió congelado tras agonizar toda la noche, al amanecer del día siguiente.
Marcelo Pérez, el capitán del equipo de rugby, organizó a los ilesos para ayudar a liberar a los que seguían atrapados y a los heridos, despejando el fuselaje para prepararse para la noche.

En el avión se encontraban 45 personas, de las cuales murieron 18 a causa, o bien del forzoso aterrizaje o de las secuelas que este produjo.
Los 27 supervivientes restantes tuvieron que enfrentarse a duras condiciones ambientales de supervivencia en las montañas congeladas, aún en plena época de nevadas (de -25 a -42 °C).
Durante varios días las partidas de rescate intentaron localizar los restos del avión sin éxito. Incluso algunos aviones estuvieron cerca del lugar, pero muy alto para poder encontrarlos.

Hay que tener en cuenta que, evidentemente, no tenían ni si quiera la ropa adecuada para poder aguantar las temperaturas por lo que fabricaron elementos y utensilios ingeniosos tales como, guantes (con los forros de los asientos del avión), botas (con los cojines de los mismos) para evitar hundirse en la nieve al querer trasladarse, y “gafas” (con el plástico tintado) para resistir el frío y poder protegerse de la nieve.
Para evitar la hipotermia, en las noches más frías, tenían que darse masajes para reactivar la circulación e intentaban mantener la temperatura corporal en contacto entre ellos.

En el undécimo día en la montaña los supervivientes escucharon por una radio con pilas, horrorizados y desesperados, como se anunciaba que se suspendía su búsqueda.
La noche del 29 de octubre, después de dieciséis días allí, un alud sepultaría los restos que quedaban del avión, enterrando prácticamente por completo a todos los supervivientes. Intentaron hacer todo lo posible para excavar y rescatar a sus compañeros, pero fue imposible. Ocho personas murieron asfixiadas bajo la nieve, incluyendo al capitán del equipo Marcelo Pérez y al último pasajero de sexo femenino, Liliana Navarro de Methol.
Las otras 19 personas que también quedaron atrapadas allí, aunque vivas, se esperaban lo peor, pues podían acabar teniendo el mismo destino. Por si fuese poco, el oxígeno se les empezaría a acabar poco tiempo después y no tendrían alimentos.
Sea como fuere, 16 consiguieron sobrevivir a aquello y salir del fuselaje.
Debido a la escasez de alimentos llegarían a la decisión grupal de tener que verse obligados a alimentarse de algunos de los restos de sus compañeros.

A principios de diciembre, deciden ir a buscar ayuda, debido a que no podían encontrar ningún medio para ponerse en contacto con el exterior.
Por lo tanto, Fernando Parrado y Roberto Canessa son los que salen en busca de ayuda.
Y tras diez largos días andando sin saber exactamente adónde se dirigían consiguen llegar a la precordillera de San Fernando, después de 59 km aproximadamente.
Al otro lado del río que Fernando y Roberto intentaban bordear, se encuentran con un arriero quien resultó ser Sergio Hilario Catalán Martínez, de 44 años. Acto seguido de enterarse de la terrible situación se dirige al retén de Puente Negro a cargo de Carabineros de Chile con el capitán Leopoldo Vega Courbis al mando. Allí, Sergio da la noticia, y se disponen a rescatar al resto de personas en tres helicópteros.

El rescate fue complicado pues había niebla muy densa y no habría sido posible sin la ayuda de Fernando para poder encontrar la situación del vehículo siniestrado.
Hubo que hacer hasta dos viajes para poder rescatar a las 14 personas restantes que allí todavía se encontraban, y aunque el segundo grupo de rescatados tuvo que esperar una noche más, esta vez estarían al menos acompañados por miembros del equipo de rescate y con comida.
Finalmente, todos fueron trasladados en los helicópteros a Santiago de Chile para allí ser por fin atendidos por médicos.

Supervivientes

Los protagonistas de esta historia junto a sus familias


Este caso inspiraría tiempo después la película “Viven”, entre otros títulos.

Roberto Canessa junto a Josh Hamilton

Carátula del film de 1993

























Si queréis saber más sobre esta historia, podéis visitar la página oficial, en la que se informa con más profundidad de este suceso.



Escrito por: Fran "Dela" y Aurifex

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