martes, 7 de mayo de 2019



 Los viajes astrales

de Robert Monroe


Robert Monroe
En 1958, sin causa aparente, comencé a flotar fuera de mi cuerpo físico. No fue un acto voluntario ni un intento de realizar una proeza mental. No sucedió mientras dormía, de modo que no pude restarle importancia como si se tratara de un simple sueño. Era perfectamente consciente de lo que ocurría, lo cual no hizo más que empeorar la situación. Supuse que sufría una alucinación grave provocada por un tumor cerebral, una apoplejía, los primeros síntomas de una enfermedad mental o de la muerte inminente.

El fenómeno continuó sin que yo pudiera controlarlo de ninguna manera. En general ocurría cuando me tendía a descansar o me relajaba para dormir; no todos los días, sino varias veces por semana. En estas ocasiones, me elevaba unos palmos por encima de mi cuerpo antes de tomar conciencia de lo que estaba pasando. Aterrorizado, me esforzaba por volver a mi cuerpo físico. Estaba convencido de que me moría. Por mucho que lo intentara, no conseguía evitar que la experiencia se repitiera.

En aquella época creía encontrarme bien de salud y no sufría problemas graves de estrés. Estaba muy ocupado: era propietario de varias emisoras de radio y de otros negocios, tenía oficinas en la avenida Madison de Nueva York, una casa en el condado de Westchester, una esposa y dos niños pequeños. No tomaba ningún tipo de medicación, no consumía drogas y bebía muy poco alcohol. No practicaba ninguna religión ni estudiaba las filosofías u otras disciplinas orientales. No estaba preparado en absoluto para un cambio tan radical.

Me resulta imposible describir el miedo y la soledad que me embargaban durante aquellos episodios. No podía hablar con nadie de ellos, ni siquiera con mi esposa, porque temía preocuparla. Fuertemente condicionado por la ciencia y la cultura occidental, busque ayuda en la medicina y las disciplinas ortodoxas. Después de innumerables pruebas y exploraciones, mi médico me aseguró que no sufría un tumor cerebral ni ningún otro trastorno fisiológico. Pero no podía decirme más.

Por fin me atreví a consultar a un psiquiatra y a un psicólogo, ambos amigos míos. Uno de ellos me aseguró que no era un psicótico; me conocía demasiado bien. El otro sugirió que estudiará bajo la tutela de un gurú indio un número indeterminado de años; una idea totalmente ajena a mi forma de vida. Nunca les confesé -ni a ellos ni a ninguna otra persona- la verdadera magnitud de mi temor. Era un inadaptado en una cultura de la que creía formar parte y que merecía mi respeto y admiración.
Algunas portadas de sus libros
Sin embargo, el instinto de supervivencia es muy fuerte. Despacio, muy despacio, aprendí a controlar el proceso. Descubrí que no era la antesala de la muerte, que podía dominarlo. Pero tarde un año en aceptar que tenía experiencias fuera del cuerpo, lo que hoy se conoce como EFC. Lo hice después de cuarenta “viajes” o EFC, cuidadosamente ratificados, que me aportaron -a mí y a nadie más- amplía documentación sobre estos fenómenos. Gracias a mis nuevos conocimientos la sensación de miedo se esfumó y dio paso a un sentimiento casi tan apremiante: la curiosidad.
Tenía que hacer algo. Necesitaba respuestas y estaba convencido de que nunca las encontraría en un ashram indio. Para bien o para mal,  mi forma de pensar era producto de la civilización occidental. Por consiguiente, con el fin de obtener ayuda sistemática y de reunir información sobre esta curiosa “incógnita”, funde un departamento de investigación y desarrollo en una corporación de la cual era propietario junto con mi familia. Con el tiempo, este departamento se independizó y se convirtió en el actual Instituto Monroe.
Mi propósito inicial era resolver mi apremiante problema personal: transformar las incógnitas generadoras de miedo en conocimientos experimentados, si esto era posible. Eso significaba comprender y aprender a controlar la experiencia fuera del cuerpo.
No parece haber limitaciones sobre los sitios que pueden visitarse y las cosas que pueden hacerse fuera del cuerpo. Fuera del cuerpo físico, desaparecen las limitaciones del tiempo-espacio. Aunque uno siga dentro de estos, ya no forma parte de ellos. El yo no físico se siente cómodo en otro sistema de energía, experimenta una intensa sensación de libertad. Sin embargo, uno no es totalmente libre. Es como un globo o un cometa; al otro extremo de la cuerda -una cuerda invisible- se encuentra el cuerpo físico.
Instituto Monroe
En la década de los sesenta, el instituto Monroe inició una investigación histórica sobre distintos aspectos de la conciencia a la que se sumó el estudio de experiencias fuera del cuerpo (mías y de otras personas). Descubrimos que la mayoría de las EFC producidas durante el acto de dormir se descartaban como simples sueños, a pesar de no tener la cualidad irreal o imprecisa que se asocia con éstos. En otras EFC espontáneas, sucedidas durante una intervención quirúrgica bajo los efectos de la anestesia, el paciente se veía a un metro o metro y medio por encima de la mesa de operaciones y más tarde era capaz de describir con precisión lo que había visto u oído desde ese punto, una aparente imposibilidad física. Aunque esta clase de fenómenos son bastante frecuentes, rara vez o nunca llegan a la opinión pública.
Salir del cuerpo físico es un método excelente para reunir información. En el universo no físico encontramos centenares, miles de seres, en su mayor parte no humanos.
A partir de este momento, creo que la narración de mi experiencia personal será el método de explicación más conveniente y concluyente.
En mi caso, más de treinta años de experiencias fuera del cuerpo me habían permitido alcanzar un estado de serena satisfacción. Se había completado un ciclo, o eso parecía. Mi nuevo concepto de realidad, lo que yo llamo la visión de conjunto diferente, estaba bien asentada y era muy gratificante.
Entonces apareció mi amigo ESPIN.
Una cosa era hablar con semejante conciencia mental durante las sesiones de laboratorio y otra muy distinta encontrármela cara a cara. Escogimos el acrónimo ESPIN (Intelligent Species) para identificar esta forma de energía.
Pero este ESPIN era distinto de los que había conocido previamente.
Nuestro lugar de encuentro habitual está situado más allá de la banda sonora H. La banda sonora H es el punto más alto del pensamiento incontrolado que emana de todas las formas vivientes de la Tierra, y en particular de los humanos.
Pero ahora volvamos a mi amigo ESPIN. A continuación transcribo un extracto de uno de nuestros primeros encuentros; cuando había salido de mi cuerpo y me dirigía a un punto más allá de la banda H.
-Me pregunto si este ser es consciente de la potencia de su luz. ¿Podría ser un ET (extraterrestre)?
-“Te acostumbrarás a la luz. Tienes la misma radiación que nosotros... y no somos extraterrestres, en el sentido que tú das a la palabra”.
-¿Puedes leer lo que pienso?
-“Así es. Igual que tú puedes hacer conmigo”.
-¿Puedo?
-“Ahora mismo lo estás haciendo. Aunque solo de un modo parcial”.
-Sí, tienes razón. No hay palabras y sonidos...ni aire para que vibren...simplemente la mente... sí.
-“Lo que tú llamas el Yo esencial tiene memoria”.
-¿Sabes? Yo te recuerdo... te recuerdo a ti... la percepción de ti...
-“Es una suerte que no tengas miedo. Podemos hacer muchas cosas cuando se derriba esta barrera”.
-Bueno, aún me quedan algunos miedos...
-“Pero no rigen tu percepción. Por ejemplo, ¿por qué no tienes miedo en este momento?”
-No lo se, pero no lo tengo. Es verdad. En este preciso instante estoy aquí hablando de forma racional contigo..., con alguien que me resulta familiar... una figura de luz, radiante, que algunos tomarían por un dios, un ángel o al menos como una criatura extraterrestre. Sin embargo, estamos conversando aquí como si fuéramos dos personas normales... ¡con la diferencia de que tú no empleas palabras!
-“La diferencia es la falta de miedo”.
-Hay tanto potencial... ¿Quien eres realmente? ¿O debería preguntar qué eres? Ahora tengo valor para hacerlo.
-“Por el momento, la respuesta a esa pregunta supera tu capacidad de comprensión. Pero lo comprenderás, y muy pronto”.
-¿Volveremos a encontrarnos?
-“Sí. Lo único que tienes que hacer es pedirnos ayuda”.
-¿Meditando? ¿Rezando?
-“Las palabras son simples ritos sin sentido. La señal es el pensamiento... el sentimiento... Si nos transmites la señal apropiada, podremos ayudarte”.
-Permíteme aclarar una cosa: ¿tú no eres Dios... un dios... sino un ser de otro planeta?
-“No. No soy de otro planeta”.
-¿Eres el creador o uno de los creadores de nuestra especie, de nuestro planeta?
-“No. Sentimos decepcionarte; pero podemos compartir contigo lo que tenemos con respecto al proceso creativo. ¿Te interesa?
-Si, claro que sí.
-“Esto es lo que tenemos...”
De inmediato, me embargó (casi hasta el punto de abrumarme) una enorme energía, una poderosisima vibración de alta frecuencia. Es lo que conocía como EOPA, las siglas correspondientes a Energía Organizada de Pensamiento Afín, una especie de esfera de ideas y pensamientos condensados.
-¡Es tanto! No puedo entenderlo todo a la vez...
-“Lo harás cuando puedas examinarlo con tiempo”.
-Gracias.
Después de una pausa, el ESPIN se comunicó otra vez:
-“¿Tienes dudas con respecto a tu progreso, a tu futuro desarrollo?”
-Es verdad, tengo dudas. Creo conocer mi meta, mi objetivo, pero no sé qué encontraré en el camino.
-“¿Que es lo que percibes como tú meta?”
-Bueno... supongo que servir a la humanidad.
-“Sin duda es una meta noble; reflejo del deseo constante de tu yo humano de alcanzar la perfección. Cuando dejas de ser humano, el deseo se concentra en otra dirección. Pero hay otros objetivos”.
-¿Un deseo más importante? No; no he querido decir eso... ¿Un deseo diferente de la experiencia humana?
-“Te estás acercando”.
-Con frecuencia me planteo estas cuestiones.
-“Pronto encontrarás una respuesta... Ahora percibo que necesitas regresar a tu cuerpo físico”.
-¡Es verdad que lees mi mente! No se por qué, pero tengo que regresar.         -¿Que debo hacer para volver a verte?
-“Basta con que conserves este momento en tu conciencia. Yo estaré aquí.”
-Gracias.
El regreso a mi cuerpo físico no obedeció a ninguna urgencia. La señal no había sido generada por la vejiga llena sino por la irrupción de mi gata favorita en la almohada, junto a mi cabeza.
Después de ese encuentro con el ESPIN, comencé a replantearme mi meta de servir a la humanidad. Cualquier cosa que yo hiciera, escribiera o dijera, tendría poco o ningún efecto sobre el destino de la humanidad. Servir a los que me rodeaban era un acto positivo, pero se trataba fundamentalmente de una efímera gratificación para mí amor propio. Dos generaciones después, todo se olvidaría; las mareas del tiempo borrarían mis huellas en la arena.
El ESPIN tenía razón.
Decidí atenerme a lo que para mí era un conocimiento experimentado. Tenía un recuerdo vívido de mi fuente, de modo que me planteé cómo nueva meta ir a donde yo creía que estaba el hogar y permanecer allí.
De inmediato, quise compartir mi descubrimiento con mi amigo ESPIN. A última hora de la noche salí de mi cuerpo y me dirigí al sitio de encuentro habitual, al otro lado de la banda H. La figura luminosa me aguardaba en el punto de contacto. El ESPIN leyó mis pensamientos en el acto.
-“Tú deseo es regresar al Hogar. Sí, es una meta diferente”.
-      Después de esta vida, permaneceré en el Hogar y luego regresaré para convertirme en humano por última vez, dentro de mil años o más. A continuación volveré al Hogar para siempre.
-      “Es una gran cosa que comprendas la diferencia entre la visita al Hogar y el regreso a esta vida como humano, para decirlo en tus propios términos”.
-      Sí, pero tengo dudas sobre el hecho de ser no humano.
-      “A medida que recuerdes más, las dudas se aclararán. Mientras des prioridad a conceptos semejantes de la conciencia, seguirás siendo humano. Cuando cambies este fundamento, ya no serás humano”.
-      Ya veo... De modo que mientras adopte un punto de vista humano, yo también seguiré siendo humano, despierto o dormido, dentro o fuera del cuerpo, físicamente vivo o muerto.
-      “Exactamente”.
-      Pero conservaré la memoria y la experiencia humanas en cualquier estado del ser.
-      “Así es. Has aprendido mucho y esa experiencia te será de gran ayuda en tu etapa no humana. Es uno de los objetivos fundamentales de tu estancia allí. La emplearas de muchas formas como entidad no humana, aunque tu atención esté enfocada en otra dirección. El diploma en experiencia humana es muy respetado en todas partes”.
-      ¿Eso significa que en el sitio que recuerdo como el Hogar dejare de ser humano?
-      “Serás como eras antes, pero a ello se sumará la experiencia humana”.
-      Todo se reduce a regresar al sitio cálido y familiar adonde realmente pertenezco.
-      “Tu deseo es muy poderoso”.
-      Sí.
-      “¿Quieres regresar aquí?”
-      A veces me impaciento. Pero se que aún no he completado este ciclo y que regresaré cuando llegue el momento.
-      “En el estado en que te encuentras ahora el tiempo no existe”.
-      ¿Insinúas que podría volver al Hogar ahora mismo, aunque solo fuera por poco tiempo? Lo he hecho antes, hace mucho tiempo.
-      “Si es lo que deseas... ¿Realmente lo deseas?”
-      ¿Hacer una visita al Hogar? ¡Si!
-      “Aprenderás mucho en ella. ¿Estás preparado?”
-      ¡Si!
-      “Extiende tu mente hacia allí donde sabes que está el Hogar. Luego déjate llevar y llegarás allí. Te observaré y, en caso necesario, te ayudaré”.
Me concentre cuanto pude el el Hogar y, tal como sugirió el ESPIN, me deje llevar. Experimente una sensación de movimiento... un sonido similar al viento sonando a mi alrededor. Ante mí... a mi alrededor... apareció una imagen...
... tal como recordaba, hay muchas torres envueltas en nubes, aunque no son exactamente nubes... flotan con matices evanescentes, todos los colores que alguna vez imagine...
... Ahí hay un grupo de ondas de energía practicando juegos. ¡Ahora sí! Alguna vez fui una onda de energía... ¡Dejadme unirme al juego! Girar y girar... arriba y abajo... dentro y fuera... girar y girar... arriba y abajo... dentro y fuera. Ya está. Es suficiente para mí, es suficiente.
No quiero jugar al mismo juego tantas veces...
Ahora recuerdo que esto me ocurrió antes. Por eso me marché... !y no puedo volver! ¡No quiero volver!
Será mejor que regrese... se como hacerlo...
Experimente otra sensación de movimiento y volví a percibir el viento a mi  alrededor. Siguió un silencio... y volví a fundirme de manera gradual con mi cuerpo físico.
Me llevo varias semanas aceptar la idea de que ya no podría volver al Hogar.
El siguiente encuentro con mi amigo ESPIN fue de mucha ayuda para mí. El me esperaba en el familiar punto luminoso rodeado de una oscuridad insondable.
-      “La sensación de pérdida pasará. Nada se habrá perdido mientras mantengas el recuerdo”.
-      Ya no encajo allí. Todo era igual que antes, pero no había sitio para mí. Fue como intentar ponerme un abrigo o unos guantes antiguos que ahora me quedan pequeños. No podría quedarme allí. Soy muy distinto.
-      “Y eso te entristeció”.
-      Sí, mucho. Es como si una parte de mí hubiera dejado de existir. Había soñado tantas veces con volver al Hogar...
-      “La opción del regreso ya no existía. Necesitabas abandonar la falsa esperanza de que era posible”.
-      Ya lo he hecho y creo que se dónde residía la diferencia. Todo seguía tal cual lo recordaba; nada había cambiado. Supongo que esperaba alguna indicación de progreso, pero la repetición me llevó a afrontar la realidad. Basta con detenerse a observar o escuchar el tiempo suficiente para comprender que todo se repite. No hay emoción, no sucede nada nuevo.
-      “El patrón de energía... no lo aprendiste en tu forma humana”.
-      No, por eso me marché del Hogar; por el efecto limitador de la repetición. No había posibilidades de desarrollo, nada nuevo que aprender o experimentar. Viviendo en la Tierra se aprende todo el tiempo; el aprendizaje y los cambios son permanentes. Sin embargo, me llevará un tiempo acostumbrarme a la idea de que no puedo regresar a casa. No es fácil de aceptar.
-      “Te acostumbrarás. Lo mismo te sucederá cuando llegues al punto en que debas admitir que no puedes volver a ser humano. Quizá me entiendas mejor si te digo que no solo no puedes volver a usar un abrigo o un par de guantes humanos que te han quedado pequeños, sino que tampoco los necesitas”.
-      ¿Y eso ocurrirá? ¿Alguna vez desearé dejar de ser humano? ¿Como afrontaré ese paso?
-      “Cuando se acerque, estarás mejor preparado para hacerlo que ahora”.
-      Gracias por tu ayuda... no tengo palabras para expresar mi gratitud...
-      “Lo entendemos, de nada”.
La figura luminosa comenzó a desvanecerse y de repente se esfumó. El regreso al cuerpo físico fue sin incidentes.

PEPÍN

No hay comentarios:

Publicar un comentario