martes, 19 de marzo de 2019



 EL MISTERIO DEL PASO DYATLOV:


Muerte en la nieve


El grupo integrado por Igor Dyatlov, líder del grupo (23 años); Zinaida Kolmogorova (22); Liudmila Dubinina (21), Aleksandr Kolevatov (25); Rustem Slobodin (23); Yuri Krivonischenko (24); Yuri Doroshenko (21); Nicolas Thibeaux-Brignollel (24); y Alexander Zolotarev (37). Yuri Yudin fue el único superviviente por quedarse en el campamento base.
El grupo en la última foto antes de partir al monte Otorten
 El dos de febrero de 1959, diez estudiantes y expertos alpinistas, encabezados por Igor Dyatlov de 23 años, partieron en una expedición a los Urales. Una zona montañosa no muy difícil para montañistas experimentados como ellos. Concretamente se dirigían al monte Otorten y el clima, no era el más propicio para realizar dicha travesía. Aún así, nada hacía presagiar el final trágico que les esperaba a los pies del monte Otorten.
Lugar del campamento, en la actualidad y en verano

Al llegar al último lugar de aprovisionamiento, antes de iniciar la travesía al monte, Yuri Yudin, un miembro de la expedición, enfermó repentinamente, viéndose obligado a quedarse para recuperarse y no retrasar a sus compañeros. Paradójicamente, su mal estado de salud, acabó por convertirle en el único superviviente de la expedición Dyatlov. Ninguno de los nueve estudiantes del Instituto Politécnico de los Urales, regresaría con vida del monte Ortorsen, cuya traducción es “No vayas allí”. Un nombre bastante acertado para la montaña.
La tienda que el equipo de rescate encontró el 26 - 02 - 1959

El 20 de febrero y al no recibir noticias en todo ese tiempo, los familiares de los estudiantes dieron la voz de alarma para que se buscara a los alpinistas. Se movilizó un equipo de búsqueda compuesto por miembros de la policía, militares y hasta profesores y alumnos de lo que hoy es la Universidad Técnica de los Urales. Tras varios días de infructuosa búsqueda, el día 26 del mismo mes, encontraron el último campamento que habían establecido los estudiantes, a los pies del Jolat Siajl, que en idioma mansi significa “montaña muerta” o “montaña de los muertos”. Las pruebas que se encontraron desvelaron que algo horroroso les había sucedido. Las tiendas estaban destrozadas y semienterradas por la nieve, lo inquietante; es que estaban rajadas desde dentro, como si hubiesen huido durante la noche despavoridos.
La tienda con cortes horizontales (para observación)
No había nadie en su interior, salvo los ensere personales y ropa de abrigo, que era esencial para enfrentarse a las bajas temperaturas de la zona. Nadie en su sano juicio abandonaría algo de lo que dependían para vivir. Entre los objetos encontraron unas cámaras fotográficas, que revelaron que los estudiantes habían acampado el dos de febrero a las 5 de la tarde. Lo más importante fueron las huellas halladas que se dirigían en línea recta, desde las tiendas destrozadas hacia el bosque cercano. Las huellas pertenecían a los nueve estudiantes y eso demostraba que huyeron semidesnudos, algunos descalzos o con una sola bota, e incluso alguno con sólo los calcetines. No se encontraron más huellas que las de ellos y tampoco signo alguno de violencia. El rastro se perdía a 500 metros cerca del bosque. Allí encontraron los primeros cuerpos.
El horror se refleja en los rostros de los muertos




Los cuerpos de Dubinina y Thibeaux-Brignolle
Dos de los estudiantes se hallaban bajo un pino, al lado de los restos de una hoguera y las ramas destrozadas del mismo árbol. Tan sólo como vestimenta llevaban la ropa interior. A pocos metros de allí, tres cuerpos más, entre los que se encontraba Igor Dyatlov, el líder del grupo. Por la posición de los cadáveres, parecía que habían intentado volver al campamento. El hallazgo de los cinco jóvenes y el profundo impacto de su trágico final, provocó que se iniciara una investigación para hallar al resto de los estudiantes. Las autopsias revelaron que los cinco jóvenes murieron por hipotermia y no presentaban lesiones externas. Tan sólo uno de los cuerpos tenía una fractura leve en el cráneo, que nada tuvo que ver con las causas de la muerte. Dos meses después, encontraron a los cuatro integrantes que faltaban. Se hallaron bajo 5 metros de nieve, cerca de un barranco, en las cercanías donde habían sido hallados sus compañeros.

Igor Dyatlov, su cráneo fracturado, pero no daños externos
El cuerpo de uno de los excursionistas
Lo extraño e inquietante vino después, pues el cráneo de uno de ellos estaba destrozado por dentro y dos más, tenían las costillas rotas. Una de las chicas tenía la lengua arrancada y a otro le faltaban los ojos. Al contrario que los demás, se hallaban vestidos, pero con las ropas de los que habían fallecido anteriormente. Una de las chicas llevaba para envolverse los pies, los pantalones de otro de sus compañeros fallecidos. Por si esto solo, no fuera suficiente para helar la sangre del equipo de rescate, lo hizo el hecho de descubrir, que la piel de los cuerpos hallados, presentaba un color más oscuro anaranjado que el resto. Más tarde, se detectarían rastros de radiación en dos de los cadáveres, aumentando así la inquietud y el misterio de la tragedia de los Urales. Tres meses de investigación y análisis, terminó por zanjar el asunto de los alpinistas, sin llegar a ninguna conclusión. Las autopsias darían como causa de sus muertes, una frase tan misteriosa como lo sucedido en los Urales: “El encuentro con una gran fuerza desconocida.” El caso fue secreto sumarial durante años y estuvo prohibido el acceso al lugar de los hechos, durante tres largos años. El único superviviente del grupo, más los familiares de los fallecidos, formaron la Fundación Dyatlov, al no quedar nada conformes con las investigaciones y el secretismo, que el gobierno ruso impuso sobre todo el asunto.


Foto del fatídico grupo
Llevan más de 49 años hasta el día de hoy, reclamando justicia para los muertos; y paz para los vivos. Una paz, que sólo puede otorgar la verdad.
Las primeras teorías culpaban a los mansi, la tribu que habitaba las cercanías del lugar. La teoría se desinfló, al comprobar que los mansi no tenían tierras sagradas o cementerios, que los excursionistas pudieran haber profanado. Además de que según el médico forense, declaró que las lesiones no pudieron ser causadas por la fuerza humana, ya que se asemejaban a las lesiones de un accidente de coche a gran velocidad. Un choque violento. Externamente no perceptibles, pero mortales de necesidad internamente. Huesos rotos y órganos reventados.
Michael Sharavin, V. Strelnikov, Boris Slobcov y V. Chalizov, miembros del equipo de rescate

En 1990, un investigador ruso llamado Iev Ivannov, entrevistó a militares y meteorólogos que declararon, que entre febrero y marzo de 1959, hubo avistamientos de extrañas esferas que sobrevolaron la zona de los Urales, donde sucedieron los trágicos hechos. Esferas brillantes de un color anaranjado. Esferas que volaban a gran velocidad y con rápidos movimientos. Unos informes desclasificados, revelan los testimonios de unos excursionistas que se encontraban a 50 kilómetros de los nueve fallecidos. Relataron que el dos de febrero, observaron las esferas brillantes y de color anaranjado, sobrevolar las montañas de Otorten. Supusieron que a lo mejor, el grupo de Dyatlov, vieran también las luces y las siguieran, y que si una de esas luces se estrelló cerca, aquello podría ser la causa de la muerte del grupo. Era lo que pensó el investigador, cuando desveló los informes que permanecían clasificados desde 1959. Opinión que también compartía Yuri Yudin, el único superviviente, al dar una explicación al extraño bronceado de los cadáveres, la radiación de sus cuerpos y las heridas internas. Sin embargo, jamás se encontraron señales de ninguna explosión en la zona.
Yuri Yudin, único supreviviente
Yuri Yudin, en una de sus últimas visitas a la zona de los Urales, descubrió un cementerio de metales de procedencia desconocida. “Hay cosas muy extrañas en el caso. Cuando me llamaron para identificar los objetos personales, hubo varios que no fui capaz de reconocer: un trozo de tela parecida a la de una capa militar, trozos de cristales y un par de esquís completos, así como otro partido en pedazos”, señaló en una conferencia realizada durante el 50 aniversario de la tragedia.



Fotografía del supuesto Yeti
La mayoría de los investigadores coinciden en que los militares realizaron pruebas en el área que podrían haber sido la causa de la muerte de los nueve alpinistas. El Ministerio de Defensa ruso, sigue manteniendo en su poder documentos que podrían echar luz al misterio. Pero algo fue desclasificado: las fotografías y anotaciones que habían hecho los excursionistas días antes de la tragedia y que incrementa más, si cabe, el misterio entorno a su final. Entre las fotografías que los jóvenes habían tomado de los bosques y los paisajes, de ellos mismos posando sonrientes, ajenos a su triste y violento final, había una en la que se apreciaba, lo que parecía un enorme bípedo, un ser humanoide emergiendo del bosque. Cualquier duda que pudiera tenerse respecto a lo que muestra la imagen, se desvanece cuando se lee en su libreta de notas, con trazo tembloroso y como frase final, lo que uno de los estudiantes escribió: “El hombre de las nieves existe”. La última fotografía, desenfocada, tomada de noche a lo que parecen ser extrañas luces en el cielo, arroja más preguntas que respuestas. Fue pocos minutos antes del trágico desenlace.
Fotograma Nº33 de la cámara de Yuri Krivonischenko
 A parte de pensar en un OVNI estrellado, en el Yeti, en un alud de nieve, un tornado o terremoto, no había la menor prueba que apuntara a un hecho o a otro. Así que se pensó en un experimento secreto de los militares, tras el secretismo que estos, impusieron en el caso desde el comienzo. Se pensó en un lanzamiento de misiles, pero como siempre, no había pruebas de ello. Y el gobierno negó que se realizaran pruebas de balística en la zona en aquella época. Cabe señalar, que en 2007, se encontró un búnker militar en los Urales, cerca de donde se hallaron los cuerpos de los excursionistas. Un búnker abandonado y camuflado bajo la nieve, que data de los años cincuenta, y que muy posiblemente estuviera en uso cuando el grupo de Dyatlov llegó hasta allí.
Monumento a los 9 estudiantes muertos en los Urales

En una conferencia realizada hace unos años, por la Universidad Técnica de los Urales, la Fundación Dyatlov y otras entidades no gubernamentales, llamaron al lugar del suceso el "Paso de Dyatlov", en honor a los estudiantes y para que sus muertes no caigan en el olvido.

Según Yuri Kuntsévich, director del fondo en memoria del llamado «grupo de Dyatlov», citado por la agencia TASS, se ha revelado que dos miembros del grupo eran agentes del KGB, lo que hace suponer que se encontraban en una misión para supervisar algún experimento secreto. Que lo supiera el resto del grupo, jamás se podrá asegurar. Kuntsévich señala que el grupo de los nueve excursionistas llevaba un pesado equipo fotográfico, un equipaje incongruente para una expedición, que en principio, subía a la montaña para practicar el esquí. Otro dato importante que corroboraría la versión de Kuntsévich es que, según afirma, los montañistas debían llegar a la cima del monte Otorten a una hora concreta, por lo que partieron sin mucha carga tras almorzar y tras esconder toda la comida. “Lo más probable es que los excursionistas llegaran a su destino y esperaran que ocurriera el fenómeno que, al parecer, tenían que captar. Pero el plan no salió tal y como se esperaba, lo que probablemente fue la causa de la muerte del grupo”, dijo Kuntsévich.

El director del fondo memorial, argumenta también que de los 10 carretes fotográficos que llevaban en total los miembros de la expedición, solo se encontraron cuatro, y que el destino de los demás es desconocido. “En una de las películas quedaron huellas de un fenómeno no natural, una bola brillante”. Además, según afirma Kuntsévich, todos los excursionistas llevaban un diario, de los cuales sobrevivieron solo tres o cuatro. “Todo esto confirma la relación con el KGB: no eran simples turistas, fueron enviados intencionalmente al paso. Esto lo confirma un permiso oficial de viaje del jefe del grupo”, declaró.
Nikolái Varségov y su esposa Natalia

Natalia Varségova, periodista del diario Komsomólskaya Pravda, ha dedicado gran parte de su vida en investigar este verdadero expediente X desde hace 57 años. "Mi marido y yo hemos viajado varias veces por el norte de los Urales. En años anteriores realizamos expediciones directamente al paso Dyatlov, pero la ruta del último viaje fue la más complicada. Penetramos en la taiga de los Urales polares para examinar allí un objeto no identificado", declaró la periodista. Un cazador mansi, contó a los periodistas que hace unos años vio en el bosque una extraña pieza de hierro a la que incluso había tomado una foto. "Es una pieza de metal de unos dos metros de alto y unos tres metros de ancho. A juzgar por las altas copas de los árboles, lleva allí mucho tiempo, unos 40 o 50 años. Está claro que es parte de un objeto volador: un misil o una aeronave".
Objeto encontrado por un cazador mansi


Los periodistas decidieron averiguar de qué tipo de objeto se trataba y organizaron para el verano, una expedición a la taiga junto con el cazador mansi que tomó aquella foto.

Los investigadores decidieron pasar la noche en una cabaña de cazadores cerca del pantano donde supuestamente se encontraba el objeto que les interesaba. Fue allí donde Natalia sintió en su propia piel las sensaciones escalofriantes de las que la taiga es capaz. "Por la mañana nuestro guía mansi y mi marido se fueron a buscar el objeto, y yo me quedé preparando la comida. Después me acosté un rato en la cama y me quedé dormida. Me desperté porque sentí que alguien detrás de mí me estaba abrazando. Pensé que era mi marido y le dije cansada: '¡Kolia, déjame dormir!'. Me volví, pero ya no había nadie. La verdad es que me asusté. Nunca me había pasado nada así antes".
El cazador mansi Oleg
 Cuando su marido y el cazador regresaron, Natalia les contó lo que le había pasado. El mansi no se sorprendió en absoluto y dijo que estos casos eran frecuentes en aquella zona. "Explicó que un amigo suyo también se quedó a dormir en aquella casita. Y de repente, por la noche, se despertó porque alguien estaba roncando muy fuerte en la cama de al lado. Pensó que era otro cazador y encendió una linterna, pero en la casa no había nadie". La periodista asegura que los mansi son gente muy bienintencionada y no suelen mentir ni inventar cosas porque sí. "Creí a nuestro guía porque también experimenté algo similar", confesó Natalia. A un kilómetro y medio del misterioso descubrimiento del cazador mansi, había un enorme pantano imposible de cruzar que no les dejó acercarse al objeto que estaban buscando. Los periodistas decidieron entonces que volverían a buscarlo en invierno, cuando las aguas estuvieran heladas, pero hasta ahora siguen sin encontrar dicho objeto. Los Varségov no abandonarán sus intentos porque, según ellos, la versión más probable de la tragedia es la de un accidente con un misil o cohete, o un incidente relacionado con ensayos militares. Sin embargo, los investigadores todavía no han encontrado pruebas para fundamentar su teoría.
*Yuri Yudin se salvó por tener problemas de salud
Para finalizar, se ha sabido que en este mismo año 2019, sesenta años después de aquél trágico y enigmático misterio, Rusia ha reabierto el caso y volverá a investigar y a recabar pruebas, pero no os animéis demasiado, pues sólo barajan tres teorías, las más verosímiles, según ellos. El alud de nieve, el desplazamiento de tierra y el huracán o tornado. Dichas teorías verosímiles, se descartaron en su día, al no encontrar el menor indicio de las mismas en la zona, ni ningún meteorólogo que las apoyase. Así que me siento un poco escéptico, pues en el gobierno de Putin, no abunda mucho la credibilidad. Estaremos atentos a lo que suceda.

Leí en una página web, donde trataban este mismo tema, una cita de un famoso escritor, que me gustó y que me hizo pensar. Quisiera exponerla aquí, para los que la lean y sepan lo que yo ya sé, les haga sentir el mismo escalofrío que sentí yo al leerla.


«Sospecho que no existe en el universo mayor dicha que la incapacidad de la mente humana para vincular entre sí todo lo que ella contiene. Estamos morando en un islote de grata ignorancia, circundados por las aguas negras del infinito, y no nos está predestinado emprender grandes travesías».

H. P. Lovecraft, ‘La Llamada de Cthulhu’ (1926)


EN TODO CASO, QUE ESTO SIRVA DE HOMENAJE Y RECORDATORIO.

❄️ 🏔❄️


POR: Aurifex

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