viernes, 11 de enero de 2019

H. H. Holmes: 
El primer asesino en serie de Estados Unidos
 
Herman Webster Mudgett
           Su nombre era Herman Webster Mudgett y nació en Gilmanton, New Hampshire, el 16 de mayo de 1861. También fue conocido como Dr. Henry Howard Holmes o simplemente «Dr. Holmes». Hijo de un padre abusivo y una madre puritana, muy pronto manifestó odio hacia las mujeres, especialmente aquellas con fortuna. Un interés poco corriente que lo enmarcaría como un Don Juan del crimen. De muy joven mostró interés en la medicina, solía realizar cirugías rudimentarias en animales solo por curiosidad y robaba cadáveres de la escuela de medicina, para realizar fraudes al seguro. A los dieciocho años se casó con una rica joven llamada Clara Louering para pagar sus estudios de medicina, la arruinó y una vez obtenidos sus diplomas en la Universidad de Míchigan, la abandonó para irse a vivir con una viuda. La viuda le sirvió para todas sus necesidades, gracias a las rentas de su respetable casa de huéspedes. Siendo ya médico, dejó a aquella segunda conquista, ejerció durante un año en el estado de Nueva York y fue después a establecerse en Chicago.
 Guapo, con aire distinguido, siempre elegantemente vestido, y su representativo mostacho, Mudgett tenía innumerables éxitos amorosos. Al llegar a su nueva ciudad no tardó en seducir a una joven millonaria llamada Myrta Belknap. Tomó el nombre de Holmes como homenaje al personaje de Arthur Conan Doyle y se casó con Myrta. Gracias a unas falsificaciones de escrituras, estafó 5,000 dólares a su familia política para hacerse construir una casa suntuosa en Wilmette.
Más tarde consiguió en las afueras de Englewood, en el estado de Illinois, la herencia de una farmacia propiedad de una viuda de quien se hizo su amante y hombre de confianza. A base de falsificaciones de contabilidad y de malversaciones de fondos, logró hacerse dueño de la totalidad de sus bienes y después la hizo desaparecer. Presumiblemente asesinándola.

El Castillo de Holmes
Para construir su castillo, el "Holmes Castle", el Dr. Holmes recurrió a varias empresas, a quienes nunca pagaba e interrumpía pronto sus obras. De esa manera, él era el único en conocer en detalle un edificio cuyo extraño arreglo habría podido suscitar la curiosidad. Se estaba preparando la exposición de 1893, que debía atraer a Chicago una cantidad considerable de gente, incluidas mujeres guapas, ricas y solas. Holmes adquirió un terreno gracias a una serie de estafas y emprendió la construcción de un hotel con aspecto de fortaleza medieval, cuya disposición interior concibió él mismo. Cada una de las habitaciones del inmueble estaba provista de trampas y puertas correderas que daban a un laberinto de pasillos secretos desde los cuales, por unas ventanillas disimuladas en las paredes, el doctor podía observar a escondidas a sus clientes. La 2ª planta estaba diseñada para desorientar a los clientes.

2ª Planta del "Castle of Horrors"
Disimulada bajo el entarimado, una instalación eléctrica le permitía seguir en un panel indicador instalado en su despacho el menor desplazamiento de sus futuras víctimas. Con abrir unos grifos de gas, podía asfixiar a los ocupantes de algunas habitaciones sin desplazarse.

Un montacargas y dos "toboganes" servían para hacer bajar los cadáveres a una bodega donde según los casos, eran disueltos en una cubeta de ácido sulfúrico, reducidos a polvo por incineración, o hundidos vivos en una cuba llena de cal. En una habitación llamada "el calabozo" había instalado instrumentos de tortura. Una de las máquinas instaladas llamó especialmente la atención de los periodistas: un autómata que permitía hacer cosquillas en la planta de los pies de las víctimas hasta matarlas de risa. También había habitaciones insonorizadas y paredes cubiertas de metal con sopletes para torturar a las víctimas.

El Holmes Castle fue terminado en 1892 y la Exposición Universal de Chicago abrió sus puertas el 1 de mayo de 1893. Durante los seis meses que duró, la fábrica de matar del Dr. Holmes no se desocupó. El verdugo escogía a sus "clientas" con precaución, tenían que ser ricas, jóvenes, guapas, estar solas, y para evitar las visitas inoportunas de amigos o familiares, su domicilio tenía que estar situado en un estado lo más alejado posible de Chicago. Con el final de la exposición, las rentas del hotel acusaron una caída brutal y Holmes se encontró pronto corto de dinero. Para procurarse ingresos incendió el último piso de su inmueble y reclamó a su asegurador una prima de 60 000 dólares, sin pensar que la compañía podría hacer una investigación antes de pagárselos. Una vez descubierto, el doctor se refugió en Texas, donde realizó estafas que lo llevaron por primera vez a la cárcel. Liberado bajo fianza unos meses después, ya había planeado su siguiene operación criminal.Nadie sospechaba el monsruo que era en realidad.

Benjamin Pitezel
La idea era sencilla: un cómplice, llamado Pitezel, debía hacerse un seguro de vida en una compañía de Filadelfia. Luego se presentaría como suyo un cadáver anónimo desfigurado por un accidente. La prima que cobraría la sra. Pitezel sería repartida y el "muerto" iría durante algún tiempo a hacerse olvidar a Sudamérica. Sin embargo Holmes cambió de planes y mató realmente a Pitezel, evitándose la búsqueda de un cadáver desfigurado y quedándose con todo el dinero de la prima, ya que luego se deshizo de sus hijos.

Sin embargo, un antiguo compañero de celda, Marion Hedgepeth, le denunció, y la policía realizó una investigación. Las pesquisas esenciales fueron conducidas por el detective privado Frank Geyer, quien tuvo el mérito de descubrir la verdadera identidad de Holmes y que trabajaba para la renombrada Agencia Nacional de Detectives Pinkerton, contratada entonces por la compañía de seguros. Como resultado de ello, Holmes confesó la estafa a la aseguradora y los asesinatos de Pitezel y su familia.

Detective Frank Geyer
Una vez detenido el criminal, la policía registró el hotel, y se descubrió que éste había sido utilizado como lugar de tormento y sala de ejecuciones. Los agentes encontraron cámaras herméticas desde las cuales se podía bombear gas, un horno lo bastante grande para contener un cuerpo humano, cubas de ácido, y habitaciones equipadas con instrumental quirúrgico de disección así como toda la parafernalia de la tortura. En el juicio un testigo de la acusación describió su trabajo como empleado de Holmes, quien lo había contratado para que le descarnara tres cadáveres a razón de 36 dólares por cadáver. Mientras estuvo encarcelado escribió una diario de 256 páginas, su propia historia de los hechos, con la que intentó convencer al público de su inocencia antes de que fuera condenado.
Alguno de los pasadizos y trampas

Pero Henry Howard Holmes fue condenado a muerte por el Tribunal de Filadelfia y ahorcado el 7 de mayo de 1896, contando entonces con treinta y cuatro años, pocos días antes de su cumpleaños. Ante el tribunal, Holmes afirmó haber asesinado a veintisiete personas a lo largo de su vida. Sin embargo, esta cifra es poco creíble, porque el acusado confesó haber matado a personas que en ese momento seguían vivas, burlándose de la justicia. Aunque no se sabe con certeza el número de víctimas, los descubrimientos hechos en su castillo por algunos criminólogos sugieren que fueron cerca de doscientas mujeres.


En 2017 sus bisnietos, John y Richard Mudgett y Cynthia Mudgett Soriano, exhumaron sus restos para asegurarse de que el cuerpo del ataúd fuera el suyo. Dado su historial y sus artes expertas para evadirse, los rumores surgieron poco después de su muerte. Según los datos históricos antes de su ejecución pidió un ataúd el doble de profundo cubierto con cemento húmedo para evitar que sus restos pudieran ser robados y disecados. Los periódicos escribieron que la ejecución de Holmes fue espantosamente científica, metódica y expedita. El problema es que tratándose de Holmes se corrió el rumor de que pudo fingir su muerte. Tales teorías de la conspiración implicaron al médico sobornando a funcionarios en la prisión para sustituir por un cadáver a su propio cadáver y huir a Sudamérica.

Herman Webster Mudgett
Según contaron los medios, dos horas después de su muerte, partía del patio de prisión un vagón funerario que contenía un ataúd con el cuerpo de Holmes (o quizás con Holmes vivo). Para añadirle más misterio poco después aparecía la figura de Robert Lattimer, un hombre en su momento de confianza de Holmes, que afirmaba haber visto cartas que demostraban que el médico había engañado a sus abogados, al cura y a los funcionarios de la cárcel para enterrar a un hombre muerto en su lugar. Es curioso, porque Lattimer fue una de las personas que Holmes aseguraba haber matado, una prueba más de las mentiras que dijo antes de morir. Lattimer nunca enseñó tales cartas, aunque afirmaba que Holmes escapó a un hotel de Nueva York, para más tarde perderse en una ciudad de Paraguay. Nada de esto pudo ser confirmado.

Para poner fin al misterio, el equipo de forenses que desenterró el cadáver de Holmes, confirmó que efectivamente, dichos restos mortales eran los suyos. Como curiosidad, hay que decir que el cuerpo estaba parcialmente momificado, y que conservaba incluso su característico bigote intacto.

 Así se puso punto final a un misterio de más de cien años.

 Holmes es considerado uno de los primeros
asesinos en serie reconocidos en los Estados Unidos.
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Dibujo que muestra la distribución de las habitaciones de tortura





Por: AURIFEX

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