Las experiencias de Anita Moorjani
Moorjani relata su experiencia cercana a la muerte en su libro.
Lo que leerán a continuación es un estracto de dicho libro.
ANITA MOORJANI |
Mi principal propósito a la hora de compartir mi historia es evitar que
otras personas tengan que pasar por lo que tuve que pasar yo.
No pretendo decirle a nadie como debe vivir su vida, ni tampoco dar
consejos sobre los cambios que hay que hacer; no me gusta hacerlo ni aunque
alguien me pregunte directamente. Prefiero contribuir dando ejemplo y creando
un ambiente propicio para que los demás entren en contacto con su propia
verdad.
He pensado en ello a menudo desde lo que me sucedió durante el invierno
y la primavera de 2006. Entonces tuve una experiencia cercana a la muerte (ECM)
y después me cure de un cancer con el que llevaba luchando cuatro años. Durante
mi ECM vi y percibí ciertos aspectos de mi vida, y comprendí que una de las
razones por las que elegí volver a mi vida terrenal era porque mi experiencia y
mensaje podían servir a otras personas.
En aquel estado, supe de algún modo que estaba destinada a inspirar a
miles de personas; incluso a decenas de miles. Pero no tenía claro cómo iba a
hacerlo; solo sabía que de alguna forma iba a conseguir ayudar a mucha gente.
En concreto, tuve la sensación de que no necesitaba hacer nada para que eso
ocurriera. Solo tenía que ser yo misma y disfrutar la vida, permitiéndome ser
un instrumenIo para que ocurriera algo más grande.
Y así ha sido. He llegado a hablar y escribir sobre mi experiencia en
respuesta a peticiones provenientes de los campos de la medicina y la ciencia,
así como de personas que buscaban respuestas sobre la naturaleza del mundo y de
sus propias experiencias.
EL DÍA QUE MORÍ
“¡Oh, Dios mío! Me encuentro genial. ¡Me siento tan libre y ligera!
¿Que ha pasado que ya no siento ningún dolor en el cuerpo? ¿Donde está todo
eso? ¿Y por qué parece que lo que me rodea se está alejando de mi? Pero no tengo
miedo. ¿Por que no tengo miedo? ¿Que ha sido de todos mis miedos? ¡Oh, vaya,
parece que ya no hay ningún temor!”.
Estos eran algunos de mis pensamientos mientras me llevaban de urgencia
al hospital. El mundo que había a mi alrededor empezó a parecerme irreal, como
salido de un sueño, y pude sentir como me iba alejando cada vez más de la
consciencia para entrar en un estado de coma. Mis órganos empezaron a apagarse,
sucumbiendo al cancer que había saqueado o, más bien, devorado mi cuerpo
durante los últimos cuatro años.
Era el 2 de febrero de 2006, una fecha que quedaría grabada para
siempre en mi memoria como el día que “morí”.
Durante mi estado de coma fui totalmente consciente de todo lo que
estaba pasando a mi alrededor; también de la sensación de urgencia e histeria
emocional de mi familia mientras me trasladaban al hospital.
Cuando llegamos, en el mismo momento en que la oncóloga me vio, su cara
mostró claramente la gravedad de la situación.
- Puede que el corazón de su mujer siga
latiendo - le dijo a mi esposo, Danny -, pero ella ya no está aquí. Es
demasiado tarde para salvarla.
“¿De que está hablando la doctora? - Me pregunte -. ¡No me he sentido
mejor en mi vida! ¿Y por qué mi madre y Danny parecen tan asustados y
preocupados? Mamá, no llores. ¿Que ocurre? ¿Estás llorando por mi? No te
preocupes. Estoy bien, de verdad, mamá, ¡lo estoy!” Pensaba que estaba diciendo
esas palabras en voz alta, pero ningún sonido salía de mi boca. No tenía voz.
Quería abrazar a mi madre, reconfortarla y asegurarle que estaba bien,
y no comprendía por qué no podía hacerlo. ¿Por que no estaba cooperando mi
cuerpo?¿Por que estaba allí tumbado, inerte, cuando lo que quería era abrazar a
mi marido y a mi madre, y decirles que estaba bien y que ya no sentía dolor?
“Mira, Danny, puedo moverme sin necesidad de utilizar la silla de
ruedas. ¡Es fantástico! Ya no tengo que estar conectada a la bombona de
oxígeno. Oh, mira, puedo respirar y han desaparecido las lesiones que tenía en
la piel. Ya no lloro ni tengo dolores. Tras cuatro agónicos años, por fin estoy
curada.”
Estaba a punto de explotar de puro júbilo y felicidad. Finalmente había
podido liberarme del dolor que me causaba ese cancer que devastaba mi cuerpo.
Quería que se alegrarán por mí. ¿Por qué no estaban celebrando que mi lucha y
la suya por fin habían terminado? ¿Por qué no compartían mi felicidad? ¿No
podían ver la gran alegría que sentía?
-Tiene que haber algo que se pueda hacer-le suplicaron Danny y mi madre
a la doctora.
-Solo es cuestión de horas-les respondió la oncóloga-. ¿Por qué su
médico no nos la ha derivado antes? Sus órganos ya se están apagando y por eso
ha entrado en este coma. No creo que sobreviva esta noche. Me están pidiendo lo
imposible. Cualquier cosa que le administremos en este estado podría ser tóxica
y fatal, porque sus órganos no están funcionado.
-No me voy a rendir -insistió Danny.
Mi marido me cogió la mano inerte con fuerza mientras yo seguía
tumbada, y pude notar la combinación de angustia e impotencia que había en su
voz. Lo que más deseaba en ese momento era aliviarle el sufrimiento. Quería que
supiera que me sentía maravillosamente, pero no podía transmitírselo de ninguna forma.
“No le hagas caso a la doctora, Danny, por favor. ¿Por qué está
diciendo eso? Todavía estoy aquí y estoy bien. Mejor que bien. La verdad es que
me encuentro genial.”
No comprendía por qué, pero estaba percibiendo lo que sentía todo el
mundo en ese momento, tanto mi familia como la doctora. Podía sentir su miedo,
su ansiedad, su impotencia y desesperación. Era como si sus emociones fueran
las mías, como si yo me hubiera convertido en ellos.
“Siento tu dolor, cariño. Siento todas tus emociones. No llores por mi,
por favor, y dile a mamá que no llore tampoco. Díselo, por favor.”
Pero a la vez que me sentía emocionalmente vinculada con lo que estaba
sucediendo a mi alrededor, también sentía que me alejaba, como si hubiera una
imagen más amplia, un plan más grande que se estuviera desplegando ante mí y
del que yo tenía que ser consciente. Sentí que mi vinculación con aquella escena
iba disminuyendo, a la vez que empezaba a darme cuenta de que todo era perfecto
y que estaba Indo de acuerdo con un plan que encajaba en un tapiz mayor.
Fue entonces cuando entendí que e estaba muriendo.
“Oh, me muero... ¿es así como se siente? No es como lo había imaginado.
Me siento en paz y en calma... y me siento curada por fin.”
Y entonces comprendí que aunque mi cuerpo físico se detuviera, todo
seguiría siendo perfecto en el gran tapiz de la vida, porque nunca morimos del
todo.
Continué siendo perfectamente consciente de todos los detalles de lo
que ocurría a mi alrededor mientras el personal del hospital llevaba mi cuerpo
casi sin vida a una unidad de cuidados intensivos. Después los asistentes me
rodearon rápidamente y empezaron a conectarme a varias máquinas mientras me
introducían agujas y tubos.
No me sentía vinculada con mi cuerpo inerte allí tumbado en la cama del
hospital. No me parecía que fuera mi cuerpo. Parecía demasiado pequeño e
insignificante para albergar lo que estaba experimentando. Me sentía libre y
grande. Todas los dolores, tristezas y penas habían desaparecido. Sentía que
había dejado atrás cualquier carga. No recuerdo haberme sentido así nunca,
jamás.
Entonces tuve la sensación de estar rodeada por algo que solo puedo
describir como amor puro e incondicional; pero la palabra amor no le hace
justicia a aquella sensación: era el afecto más profundo que he experimentado
en la vida. Iba más allá de cualquier forma de cariño que hubiera imaginado, y
era incondicional; era mío independientemente de cualquier cosa que hubiera
hecho. No tenía que hacer nada ni comportarme de ninguna forma para merecerlo.
Ese amor era para mi, hiciera lo que hiciera.
Me sentí bañada y renovada por esa energía amorosa, y ella me llenó de
un sentimiento de pertenencia. Después de años de lucha, dolor, ansiedad y
miedo, al fin había llegado a casa.
No sentía como si hubiera ido físicamente a alguna parte; era más bien
como si me hubiera despertado. Acaso me había despertado por fin de un mal
sueño y mi alma estaba conociendo ahora la verdadera magnificencia, y al
hacerlo, se estaba expandiendo más allá de mi cuerpo y del mundo físico. Se
extendía más y más hacia afuera, hasta que abarcó toda la existencia, aunque no
se limitó a eso: continuó expandiéndose, adentrándose en otro ámbito más allá
del tiempo y el espacio, pero sin dejar atrás lo anterior, sino incluyéndolo
todo.
Amor, felicidad, éxtasis y asombro fueron los sentimientos que me
llenaron, me traspasaron y me envolvieron. Me vi engullida y envuelta en más
amor del que jamás pensé que pudiera existir. Me sentí más libre y más viva que
nunca. Como he dicho, de repente percibía cosa que no eran físicamente
posibles, como las conversaciones que mi familia tenía con el personal médico
lejos de mi cama del hospital.
Esas abrumadoras sensaciones eran propias del ámbito expandido que las
albergaba, y no existen palabras para describirlas. Esa sensación de amor
pleno, puro e incondicional era totalmente distinta a cualquier cosa que
hubiera podido sentir anteriormente. Es imposible calificarla o clasificarla.
Era un amor absolutamente indiscriminado, como si no tuviera a que hacer nada
para merecerlo ni demostrar nada para ganármelo.
Para mí profunda sorpresa, fui consciente de la presencia allí de mi
padre, que había muerto diez años antes. Percibir que estaba conmigo me hizo
sentir increíblemente reconfortada.
“¡Papa, estás aquí! ¡No me lo puedo creer!”
No dije esas palabras, solo las pensé. De hecho fue más bien como si
sintiera la emociones que había detrás de las palabras, porque en ese ámbito no
había más forma de comunicación que a través de las emociones.
“Si, estoy aquí, cariño; siempre he estado aquí para ti y para toda la
familia”, me transmitió mi padre. Tampoco hubo palabras, solo emociones, pero
lo entendí perfectamente.
Entonces reconocí la esencia de mi mejor amiga, Soni, fallecida tres
años antes a consecuencia de un cancer. Sentí algo que solo puedo describir
como jubiloso entusiasmo cuando su presencia me envolvió en un cálido abrazo y
me sentí arropada. Era como si hubiera sabido desde mucho antes de ser consciente de
ello que ambos habían a estado allí todo el tiempo, durante todo el desarrollo
de mi enfermedad.
También fui consciente de otras presencias a mi alrededor. No las
reconocí, pero supe que me querían mucho y que me protegían. Me di cuenta de
que habían estado próximas todo el tiempo, aunque yo no fuera consciente de
ello, envolviéndome en un inmenso amor.
Fue tremendamente tranquilizado para mí volver a sentir la esencia de
Soni, porque la había echado mucho de menos durante los años transcurridos
desde su partida. Sentía un amor incondicional por ella, y su presencia me
transmitía ese mismo sentimiento hacia mi. Y entonces fue como si mi esencia se
fundiera con la de Soni, y me convertí en ella. Comprendí que
ella estaba aquí, allí y en todas partes; que era capaz de estar
simultáneamente en todos los lugares y en todos los momentos para sus seres
queridos.
Aunque en ese ámbito no estaba utilizando mis cinco sentidos físicos,
tenía una percepción ilimitada, como si acabara de adquirir un sentido nuevo y
más acrecentado y agudizado que ninguna de mis facultades comunes. Tenía una
visión periférica de 360 grados, con una consciencia total de lo que me
rodeaba. Y por sorprendente que pueda sonar, me parecía algo normal. En esos
momentos percibía que el hecho de estar en un cuerpo era como un confinamiento.
También percibía el tiempo de modo diferente en ese ámbito. Sentía
todos los momentos a la vez y era consciente de todo lo que tenía
que ver conmigo, tanto lo pasado como lo presente o lo futuro, de manera
simultánea. Tome conciencia de lo que parecían ser varias vidas desarrollándose
sincrónicamente. Había una encarnación en la que tenía un hermano más pequeño
por el que sentía un gran afán protector, y sabía que la esencia de ese
personaje fraterno era la misma que la de Anoop (su hermano en esta vida), solo
que en esa existencia él era más pequeño que yo en vez de mayor. Esa vida que
ahora estaba percibiendo parecía tener lugar en una zona rural y poco
desarrollada, en un momento y una ubicación que no podría precisar. Vivíamos en
una casita de barro con pocos muebles, y yo cuidaba de Anoop mientras nuestro
padres salían al campo a trabajar.
Mientras experimentaba las sensaciones asociadas con ser una hermana
mayor protectora, asegurándome de que hubiera suficiente comida para todos y de
hallarnos protegidos de cualquier amenaza externa, no sentía que fuera una vida
pasada. Aunque la escena parecía histórica, en ese ámbito se
sentía como si estuviera ocurriendo aquí y ahora.
En otras palabras, el tiempo no discurría de forma lineal, tal como lo
experimentamos aquí. Es como si nuestras mentes terrenales convirtieran todo lo
que pasa a nuestro alrededor en una secuencia, mientras que en realidad, cuando
no estamos expresándonos a través de nuestros cuerpos, todo ocurre
simultáneamente, ya sea pasado, presente o futuro.
Aunque el hecho de percibir todos los puntos temporales simultáneamente
producía una atmósfera de claridad en ese ámbito, el intento de recordarlo o de
escribir acerca de ello puede sonar un tanto confuso; porque cuando no hay
tiempo lineal, la secuencia no es obvia, lo cual hace que resulte torpe el
intento de describirlo.
Es como si nuestros cinco sentidos físicos nos limitaran a enfocarnos
solamente en un punto en el tiempo en cada momento, y encadenáramos todos esos
puntos creando si la ilusión de una realidad que discurre linealmente. Nuestro
cuerpo físico limita igualmente nuestra percepción del espacio que nos rodea,
confinándonos solo a lo que nuestros ojos y nuestros oídos pueden ver y oír; o
a lo que alcanzamos a tocar, oler o saborear. Sin embargo, sin las limitaciones
de mi cuerpo, podía abarcar todos los puntos del tiempo y del espacio a la vez,
pues todos ellos me pertenecían.
La conciencia acrecentada que poseía en ese ámbito expandido era
inefable; me resulta imposible describirla a pesar de todos mis esfuerzos. La
claridad era asombrosa.
“!El universo tiene sentido!” También comprendí porque había venido a
esta vida, y conocí mi verdadero propósito.
“¿Por qué de repente entiendo todo esto?-quise saber-, ¿Quien me está
dando esta información? ¿Es Dios? ¿Krishna? ¿Buda? ¿Jesús?” Y entonces me
embargo la comprensión de que Dios no es un ser, sino un estado
de ser... ¡y ahora yo era ese estado de ser!
Vi que mi vida estaba intrincadamente entretejida con todo y en todo lo
que había llegado a conocer. Mi experiencia terrenal era como un único hilo
tejido a través de una inmensidad de complejas y coloridas imágenes en el seno
de un tapiz infinito. Todos los demás hilos y colores representan mis
relaciones, incluyendo todas las vidas con las que había entrado en contacto
alguna vez. Todos y cada uno de los encuentros que había tenido se habían
entretejido para crear ese tapiz que representaba la suma de toda mi vida hasta
ese instante. Y aunque yo solo era uno de los hilos de ese tejido, era a la vez
íntegramente el diseño global final.
Al verlo, comprendí que era mi deber ser siempre una expresión de mi
propia esencia única; era algo que me debía a mi misma, a todos los que había
conocido y a la vida en sí. Intentar ser algo o alguien diferente no me
llevaría a ser mejor, ¡sino solo a privarme de mi verdadero ser! Impediría así
que otros experimentaran quién soy verdaderamente, a la vez que me impediría a
mi interactuar auténticamente con ellos. Además, al no ser auténtica estaría
privando al Universo de la persona que he venido aquí a ser y de lo que he
venido aquí a expresar.
En este estado de claridad, también me di cuenta de que no era quien
siempre había creído que era: “aquí estoy, sin cuerpo, raza, cultura, religión
o creencias... ¡y sigo existiendo! ¿Entonces que soy yo? ¿Quien
soy yo? Ciertamente no me siento reducida ni más limitada en modo alguno. Todo
lo contrario: no he tenido nunca tanta grandeza, tanto poder, tanta capacidad
de abarcarlo todo. ¡Nunca, jamás me había sentido así!”.
Y ahí estaba, sin mi cuerpo ni ninguno de mis atributos físicos, y, sin
embargo, mi pura esencia seguía existiendo; y no era una expresión
limitada de la totalidad de mi ser. De hecho, me sentía mucho más vasta y más
intensa y expansiva que mi ser físico; en resumen, magnificente. Me sentía
eterna, como si siempre hubiera existido y siempre fuera a existir sin
principio ni fin. ¡Me llenaba la conciencia de que yo era sencillamente
magnificente!
“¿Como he podido no darme cuenta de esto antes?”, me pregunté
maravillada.
Mientras contemplaba ese gran tapiz que era la acumulación de toda mi
vida hasta ese punto, fui capaz de identificar con toda exactitud como es que
había llegado hasta el extremo en que me hallaba hoy.
“¡Oh, mira el camino por el que ha transcurrido mi vida! ¿Por qué, oh,
por qué he sido siempre tan dura conmigo misma? ¿Por qué siempre me he estado
castigando? ¿Por qué me negado siempre a mi misma? ¿Por qué no me he apoyado a
mi misma para mostrar al mundo la belleza de mi alma?
“¿Por qué siempre he estado reprimiendo mi inteligencia y mi
creatividad para agradar a otros? Me he traicionado a mi misma cada vez que he
dicho si cuando quería decir no. ¿Por qué me he violado y me he transgredido a
mi misma buscando la aprobación de otros en vez de ser yo misma? ¿Por qué no he
seguido el impulso de mi bello corazón y he rehusado expresar mi propia verdad?
“¿Y por qué no nos damos cuenta de esto cuando estamos dentro de
nuestros cuerpos? ¿Como es que nunca me he dado cuenta de que no debemos ser
tan duros con nosotros mismos?”
Seguía sintiéndome completamente envuelta por un océano de amor y
aceptación incondicionales. Pude verme a mi misma con nuevos ojos y me di
cuenta de que era un bello ser del universo. Comprendí que el mero hecho de
existir me hacía merecedora de consideración y ternura, en vez de
enjuiciamiento y crítica. No hacía falta que hiciera nada concreto; me merecía
ser amada por el mero hecho de existir, nada más y nada menos.
Eso me resultó una revelación sorprendente, porque siempre había
pensado que tenía que esforzarme para poder llegar a ser amada, que tenía que
ganarme y llegar a merecerme de algún modo que alguien me quisiera, así que fue
maravilloso darme cuenta de que no era así, de que era amada de manera
incondicional por el mero hecho de existir.
Cuando me di cuenta de que esa esencia expandida y magnificente era en
verdad yo misma, fui transformada en medio de una claridad inimaginable. ¡Era
la verdad de mi ser! La comprensión fue de una claridad absoluta: estaba
contemplando un nuevo paradigma de existencia, convirtiéndome en la cristalina
luz de mi propia conciencia. No había nada que pudiera interferir el flujo, la
gloria y la pasmosa belleza de lo que estaba acaeciendo.
Me di cuenta de que todos
estamos conectados. Y no solo todas las personas y criaturas vivientes, sino
que sentía como si la entretejida unificación fuera expandiéndose hacia el
exterior hasta incluir absolutamente todo lo existente en el
universo: cada ser humano, animal, planta, insecto, montaña, mar, objeto
inanimado y el cosmos mismo. Me di cuenta de que el universo entero está vivo e
infundido de conciencia, incluyendo y abarcando toda vida y naturaleza.
PEPÍN