viernes, 6 de marzo de 2020

Las experiencias de Anita Moorjani


Moorjani relata su experiencia cercana a la muerte en su libro.
Lo que leerán a continuación es un estracto de dicho libro.

ANITA MOORJANI

Mi principal propósito a la hora de compartir mi historia es evitar que otras personas tengan que pasar por lo que tuve que pasar yo.
No pretendo decirle a nadie como debe vivir su vida, ni tampoco dar consejos sobre los cambios que hay que hacer; no me gusta hacerlo ni aunque alguien me pregunte directamente. Prefiero contribuir dando ejemplo y creando un ambiente propicio para que los demás entren en contacto con su propia verdad.
He pensado en ello a menudo desde lo que me sucedió durante el invierno y la primavera de 2006. Entonces tuve una experiencia cercana a la muerte (ECM) y después me cure de un cancer con el que llevaba luchando cuatro años. Durante mi ECM vi y percibí ciertos aspectos de mi vida, y comprendí que una de las razones por las que elegí volver a mi vida terrenal era porque mi experiencia y mensaje podían servir a otras personas.
En aquel estado, supe de algún modo que estaba destinada a inspirar a miles de personas; incluso a decenas de miles. Pero no tenía claro cómo iba a hacerlo; solo sabía que de alguna forma iba a conseguir ayudar a mucha gente. En concreto, tuve la sensación de que no necesitaba hacer nada para que eso ocurriera. Solo tenía que ser yo misma y disfrutar la vida, permitiéndome ser un instrumenIo para que ocurriera algo más grande.
Y así ha sido. He llegado a hablar y escribir sobre mi experiencia en respuesta a peticiones provenientes de los campos de la medicina y la ciencia, así como de personas que buscaban respuestas sobre la naturaleza del mundo y de sus propias experiencias.

EL DÍA QUE MORÍ

“¡Oh, Dios mío! Me encuentro genial. ¡Me siento tan libre y ligera! ¿Que ha pasado que ya no siento ningún dolor en el cuerpo? ¿Donde está todo eso? ¿Y por qué parece que lo que me rodea se está alejando de mi? Pero no tengo miedo. ¿Por que no tengo miedo? ¿Que ha sido de todos mis miedos? ¡Oh, vaya, parece que ya no hay ningún temor!”.
Estos eran algunos de mis pensamientos mientras me llevaban de urgencia al hospital. El mundo que había a mi alrededor empezó a parecerme irreal, como salido de un sueño, y pude sentir como me iba alejando cada vez más de la consciencia para entrar en un estado de coma. Mis órganos empezaron a apagarse, sucumbiendo al cancer que había saqueado o, más bien, devorado mi cuerpo durante los últimos cuatro años.
Era el 2 de febrero de 2006, una fecha que quedaría grabada para siempre en mi memoria como el día que “morí”.
Durante mi estado de coma fui totalmente consciente de todo lo que estaba pasando a mi alrededor; también de la sensación de urgencia e histeria emocional de mi familia mientras me trasladaban al hospital.
Cuando llegamos, en el mismo momento en que la oncóloga me vio, su cara mostró claramente la gravedad de la situación.
-      Puede que el corazón de su mujer siga latiendo - le dijo a mi esposo, Danny -, pero ella ya no está aquí. Es demasiado tarde para salvarla.
“¿De que está hablando la doctora? - Me pregunte -. ¡No me he sentido mejor en mi vida! ¿Y por qué mi madre y Danny parecen tan asustados y preocupados? Mamá, no llores. ¿Que ocurre? ¿Estás llorando por mi? No te preocupes. Estoy bien, de verdad, mamá, ¡lo estoy!” Pensaba que estaba diciendo esas palabras en voz alta, pero ningún sonido salía de mi boca. No tenía voz.
Quería abrazar a mi madre, reconfortarla y asegurarle que estaba bien, y no comprendía por qué no podía hacerlo. ¿Por que no estaba cooperando mi cuerpo?¿Por que estaba allí tumbado, inerte, cuando lo que quería era abrazar a mi marido y a mi madre, y decirles que estaba bien y que ya no sentía dolor?
“Mira, Danny, puedo moverme sin necesidad de utilizar la silla de ruedas. ¡Es fantástico! Ya no tengo que estar conectada a la bombona de oxígeno. Oh, mira, puedo respirar y han desaparecido las lesiones que tenía en la piel. Ya no lloro ni tengo dolores. Tras cuatro agónicos años, por fin estoy curada.”
Estaba a punto de explotar de puro júbilo y felicidad. Finalmente había podido liberarme del dolor que me causaba ese cancer que devastaba mi cuerpo. Quería que se alegrarán por mí. ¿Por qué no estaban celebrando que mi lucha y la suya por fin habían terminado? ¿Por qué no compartían mi felicidad? ¿No podían ver la gran alegría que sentía?
-Tiene que haber algo que se pueda hacer-le suplicaron Danny y mi madre a la doctora.
-Solo es cuestión de horas-les respondió la oncóloga-. ¿Por qué su médico no nos la ha derivado antes? Sus órganos ya se están apagando y por eso ha entrado en este coma. No creo que sobreviva esta noche. Me están pidiendo lo imposible. Cualquier cosa que le administremos en este estado podría ser tóxica y fatal, porque sus órganos no están funcionado.
-No me voy a rendir -insistió Danny.
Mi marido me cogió la mano inerte con fuerza mientras yo seguía tumbada, y pude notar la combinación de angustia e impotencia que había en su voz. Lo que más deseaba en ese momento era aliviarle el sufrimiento. Quería que supiera que me sentía maravillosamente, pero no podía transmitírselo de  ninguna forma.
“No le hagas caso a la doctora, Danny, por favor. ¿Por qué está diciendo eso? Todavía estoy aquí y estoy bien. Mejor que bien. La verdad es que me encuentro genial.”
No comprendía por qué, pero estaba percibiendo lo que sentía todo el mundo en ese momento, tanto mi familia como la doctora. Podía sentir su miedo, su ansiedad, su impotencia y desesperación. Era como si sus emociones fueran las mías, como si yo me hubiera convertido en ellos.
“Siento tu dolor, cariño. Siento todas tus emociones. No llores por mi, por favor, y dile a mamá que no llore tampoco. Díselo, por favor.”
Pero a la vez que me sentía emocionalmente vinculada con lo que estaba sucediendo a mi alrededor, también sentía que me alejaba, como si hubiera una imagen más amplia, un plan más grande que se estuviera desplegando ante mí y del que yo tenía que ser consciente. Sentí que mi vinculación con aquella escena iba disminuyendo, a la vez que empezaba a darme cuenta de que todo era perfecto y que estaba Indo de acuerdo con un plan que encajaba en un tapiz mayor.
Fue entonces cuando entendí que e estaba muriendo.
“Oh, me muero... ¿es así como se siente? No es como lo había imaginado. Me siento en paz y en calma... y me siento curada por fin.”
Y entonces comprendí que aunque mi cuerpo físico se detuviera, todo seguiría siendo perfecto en el gran tapiz de la vida, porque nunca morimos del todo.
Continué siendo perfectamente consciente de todos los detalles de lo que ocurría a mi alrededor mientras el personal del hospital llevaba mi cuerpo casi sin vida a una unidad de cuidados intensivos. Después los asistentes me rodearon rápidamente y empezaron a conectarme a varias máquinas mientras me introducían agujas y tubos.
No me sentía vinculada con mi cuerpo inerte allí tumbado en la cama del hospital. No me parecía que fuera mi cuerpo. Parecía demasiado pequeño e insignificante para albergar lo que estaba experimentando. Me sentía libre y grande. Todas los dolores, tristezas y penas habían desaparecido. Sentía que había dejado atrás cualquier carga. No recuerdo haberme sentido así nunca, jamás.
Entonces tuve la sensación de estar rodeada por algo que solo puedo describir como amor puro e incondicional; pero la palabra amor no le hace justicia a aquella sensación: era el afecto más profundo que he experimentado en la vida. Iba más allá de cualquier forma de cariño que hubiera imaginado, y era incondicional; era mío independientemente de cualquier cosa que hubiera hecho. No tenía que hacer nada ni comportarme de ninguna forma para merecerlo. Ese amor era para mi, hiciera lo que hiciera.
Me sentí bañada y renovada por esa energía amorosa, y ella me llenó de un sentimiento de pertenencia. Después de años de lucha, dolor, ansiedad y miedo, al fin había llegado a casa.
No sentía como si hubiera ido físicamente a alguna parte; era más bien como si me hubiera despertado. Acaso me había despertado por fin de un mal sueño y mi alma estaba conociendo ahora la verdadera magnificencia, y al hacerlo, se estaba expandiendo más allá de mi cuerpo y del mundo físico. Se extendía más y más hacia afuera, hasta que abarcó toda la existencia, aunque no se limitó a eso: continuó expandiéndose, adentrándose en otro ámbito más allá del tiempo y el espacio, pero sin dejar atrás lo anterior, sino incluyéndolo todo.
Amor, felicidad, éxtasis y asombro fueron los sentimientos que me llenaron, me traspasaron y me envolvieron. Me vi engullida y envuelta en más amor del que jamás pensé que pudiera existir. Me sentí más libre y más viva que nunca. Como he dicho, de repente percibía cosa que no eran físicamente posibles, como las conversaciones que mi familia tenía con el personal médico lejos de mi cama del hospital.
Esas abrumadoras sensaciones eran propias del ámbito expandido que las albergaba, y no existen palabras para describirlas. Esa sensación de amor pleno, puro e incondicional era totalmente distinta a cualquier cosa que hubiera podido sentir anteriormente. Es imposible calificarla o clasificarla. Era un amor absolutamente indiscriminado, como si no tuviera a que hacer nada para merecerlo ni demostrar nada para ganármelo.
Para mí profunda sorpresa, fui consciente de la presencia allí de mi padre, que había muerto diez años antes. Percibir que estaba conmigo me hizo sentir increíblemente reconfortada.
“¡Papa, estás aquí! ¡No me lo puedo creer!”
No dije esas palabras, solo las pensé. De hecho fue más bien como si sintiera la emociones que había detrás de las palabras, porque en ese ámbito no había más forma de comunicación que a través de las emociones.
“Si, estoy aquí, cariño; siempre he estado aquí para ti y para toda la familia”, me transmitió mi padre. Tampoco hubo palabras, solo emociones, pero lo entendí perfectamente.
Entonces reconocí la esencia de mi mejor amiga, Soni, fallecida tres años antes a consecuencia de un cancer. Sentí algo que solo puedo describir como jubiloso entusiasmo cuando su presencia me envolvió en un cálido abrazo y me sentí arropada. Era como si hubiera sabido desde mucho antes de ser consciente de ello que ambos habían a estado allí todo el tiempo, durante todo el desarrollo de mi enfermedad.
También fui consciente de otras presencias a mi alrededor. No las reconocí, pero supe que me querían mucho y que me protegían. Me di cuenta de que habían estado próximas todo el tiempo, aunque yo no fuera consciente de ello, envolviéndome en un inmenso amor.
Fue tremendamente tranquilizado para mí volver a sentir la esencia de Soni, porque la había echado mucho de menos durante los años transcurridos desde su partida. Sentía un amor incondicional por ella, y su presencia me transmitía ese mismo sentimiento hacia mi. Y entonces fue como si mi esencia se fundiera con la de Soni, y me convertí en ella. Comprendí que ella estaba aquí, allí y en todas partes; que era capaz de estar simultáneamente en todos los lugares y en todos los momentos para sus seres queridos.
Aunque en ese ámbito no estaba utilizando mis cinco sentidos físicos, tenía una percepción ilimitada, como si acabara de adquirir un sentido nuevo y más acrecentado y agudizado que ninguna de mis facultades comunes. Tenía una visión periférica de 360 grados, con una consciencia total de lo que me rodeaba. Y por sorprendente que pueda sonar, me parecía algo normal. En esos momentos percibía que el hecho de estar en un cuerpo era como un confinamiento.
También percibía el tiempo de modo diferente en ese ámbito. Sentía todos los momentos a la vez y era consciente de todo lo que tenía que ver conmigo, tanto lo pasado como lo presente o lo futuro, de manera simultánea. Tome conciencia de lo que parecían ser varias vidas desarrollándose sincrónicamente. Había una encarnación en la que tenía un hermano más pequeño por el que sentía un gran afán protector, y sabía que la esencia de ese personaje fraterno era la misma que la de Anoop (su hermano en esta vida), solo que en esa existencia él era más pequeño que yo en vez de mayor. Esa vida que ahora estaba percibiendo parecía tener lugar en una zona rural y poco desarrollada, en un momento y una ubicación que no podría precisar. Vivíamos en una casita de barro con pocos muebles, y yo cuidaba de Anoop mientras nuestro padres salían al campo a trabajar.
Mientras experimentaba las sensaciones asociadas con ser una hermana mayor protectora, asegurándome de que hubiera suficiente comida para todos y de hallarnos protegidos de cualquier amenaza externa, no sentía que fuera una vida pasada. Aunque la escena parecía histórica, en ese ámbito se sentía como si estuviera ocurriendo aquí y ahora.
En otras palabras, el tiempo no discurría de forma lineal, tal como lo experimentamos aquí. Es como si nuestras mentes terrenales convirtieran todo lo que pasa a nuestro alrededor en una secuencia, mientras que en realidad, cuando no estamos expresándonos a través de nuestros cuerpos, todo ocurre simultáneamente, ya sea pasado, presente o futuro.
Aunque el hecho de percibir todos los puntos temporales simultáneamente producía una atmósfera de claridad en ese ámbito, el intento de recordarlo o de escribir acerca de ello puede sonar un tanto confuso; porque cuando no hay tiempo lineal, la secuencia no es obvia, lo cual hace que resulte torpe el intento de describirlo.
Es como si nuestros cinco sentidos físicos nos limitaran a enfocarnos solamente en un punto en el tiempo en cada momento, y encadenáramos todos esos puntos creando si la ilusión de una realidad que discurre linealmente. Nuestro cuerpo físico limita igualmente nuestra percepción del espacio que nos rodea, confinándonos solo a lo que nuestros ojos y nuestros oídos pueden ver y oír; o a lo que alcanzamos a tocar, oler o saborear. Sin embargo, sin las limitaciones de mi cuerpo, podía abarcar todos los puntos del tiempo y del espacio a la vez, pues todos ellos me pertenecían.
La conciencia acrecentada que poseía en ese ámbito expandido era inefable; me resulta imposible describirla a pesar de todos mis esfuerzos. La claridad era asombrosa.
“!El universo tiene sentido!” También comprendí porque había venido a esta vida, y conocí mi verdadero propósito.
“¿Por qué de repente entiendo todo esto?-quise saber-, ¿Quien me está dando esta información? ¿Es Dios? ¿Krishna? ¿Buda? ¿Jesús?” Y entonces me embargo la comprensión de que Dios no es un ser, sino un estado de ser... ¡y ahora yo era ese estado de ser!
Vi que mi vida estaba intrincadamente entretejida con todo y en todo lo que había llegado a conocer. Mi experiencia terrenal era como un único hilo tejido a través de una inmensidad de complejas y coloridas imágenes en el seno de un tapiz infinito. Todos los demás hilos y colores representan mis relaciones, incluyendo todas las vidas con las que había entrado en contacto alguna vez. Todos y cada uno de los encuentros que había tenido se habían entretejido para crear ese tapiz que representaba la suma de toda mi vida hasta ese instante. Y aunque yo solo era uno de los hilos de ese tejido, era a la vez íntegramente el diseño global final.
Al verlo, comprendí que era mi deber ser siempre una expresión de mi propia esencia única; era algo que me debía a mi misma, a todos los que había conocido y a la vida en sí. Intentar ser algo o alguien diferente no me llevaría a ser mejor, ¡sino solo a privarme de mi verdadero ser! Impediría así que otros experimentaran quién soy verdaderamente, a la vez que me impediría a mi interactuar auténticamente con ellos. Además, al no ser auténtica estaría privando al Universo de la persona que he venido aquí a ser y de lo que he venido aquí a expresar.
En este estado de claridad, también me di cuenta de que no era quien siempre había creído que era: “aquí estoy, sin cuerpo, raza, cultura, religión o creencias... ¡y sigo existiendo! ¿Entonces que soy yo? ¿Quien soy yo? Ciertamente no me siento reducida ni más limitada en modo alguno. Todo lo contrario: no he tenido nunca tanta grandeza, tanto poder, tanta capacidad de abarcarlo todo. ¡Nunca, jamás me había sentido así!”.
Y ahí estaba, sin mi cuerpo ni ninguno de mis atributos físicos, y, sin embargo, mi pura esencia seguía existiendo; y no era una expresión limitada de la totalidad de mi ser. De hecho, me sentía mucho más vasta y más intensa y expansiva que mi ser físico; en resumen, magnificente. Me sentía eterna, como si siempre hubiera existido y siempre fuera a existir sin principio ni fin. ¡Me llenaba la conciencia de que yo era sencillamente magnificente!
“¿Como he podido no darme cuenta de esto antes?”, me pregunté maravillada.
Mientras contemplaba ese gran tapiz que era la acumulación de toda mi vida hasta ese punto, fui capaz de identificar con toda exactitud como es que había llegado hasta el extremo en que me hallaba hoy.
“¡Oh, mira el camino por el que ha transcurrido mi vida! ¿Por qué, oh, por qué he sido siempre tan dura conmigo misma? ¿Por qué siempre me he estado castigando? ¿Por qué me negado siempre a mi misma? ¿Por qué no me he apoyado a mi misma para mostrar al mundo la belleza de mi alma?
“¿Por qué siempre he estado reprimiendo mi inteligencia y mi creatividad para agradar a otros? Me he traicionado a mi misma cada vez que he dicho si cuando quería decir no. ¿Por qué me he violado y me he transgredido a mi misma buscando la aprobación de otros en vez de ser yo misma? ¿Por qué no he seguido el impulso de mi bello corazón y he rehusado expresar mi propia verdad?
“¿Y por qué no nos damos cuenta de esto cuando estamos dentro de nuestros cuerpos? ¿Como es que nunca me he dado cuenta de que no debemos ser tan duros con nosotros mismos?”
Seguía sintiéndome completamente envuelta por un océano de amor y aceptación incondicionales. Pude verme a mi misma con nuevos ojos y me di cuenta de que era un bello ser del universo. Comprendí que el mero hecho de existir me hacía merecedora de consideración y ternura, en vez de enjuiciamiento y crítica. No hacía falta que hiciera nada concreto; me merecía ser amada por el mero hecho de existir, nada más y nada menos.
Eso me resultó una revelación sorprendente, porque siempre había pensado que tenía que esforzarme para poder llegar a ser amada, que tenía que ganarme y llegar a merecerme de algún modo que alguien me quisiera, así que fue maravilloso darme cuenta de que no era así, de que era amada de manera incondicional por el mero hecho de existir.
Cuando me di cuenta de que esa esencia expandida y magnificente era en verdad yo misma, fui transformada en medio de una claridad inimaginable. ¡Era la verdad de mi ser! La comprensión fue de una claridad absoluta: estaba contemplando un nuevo paradigma de existencia, convirtiéndome en la cristalina luz de mi propia conciencia. No había nada que pudiera interferir el flujo, la gloria y la pasmosa belleza de lo que estaba acaeciendo.
Me di cuenta de que todos estamos conectados. Y no solo todas las personas y criaturas vivientes, sino que sentía como si la entretejida unificación fuera expandiéndose hacia el exterior hasta incluir absolutamente todo lo existente en el universo: cada ser humano, animal, planta, insecto, montaña, mar, objeto inanimado y el cosmos mismo. Me di cuenta de que el universo entero está vivo e infundido de conciencia, incluyendo y abarcando toda vida y naturaleza.


PEPÍN