El Barranco de Badajoz
El Barranco de Badajoz, o anteriormente llamado Chamoco,
es un barranco o cañón situado en la isla de Tenerife (Canarias), enmarcado
dentro del término municipal de Güímar en el sureste de la isla.
El último mencey (que quiere decir jefe o rey de la
demarcación territorial) guanche de Güímar, Añaterve, cedió su territorio a las
tropas castellanas en 1496, posterior a esto en la repartición de las tierras
conquistadas este lugar le fue entregado a Juan de Badajoz y por eso toma el
nombre (desde finales del siglo XV) de Barranco de Badajoz. Anteriormente los
aborígenes guanches nombraban Chamoco a esta zona donde se encuentra el
barranco, aunque también se ha seguido denominando de esta manera por los
naturales del lugar hasta nuestros días.
Son muchas las leyendas y las anécdotas sobre
experiencias que han tenido muchos de los que han visitado y permanecido,
principalmente de noche, en el Barranco de Badajoz. Varios aseguran haber vivído
apariciones de seres angelicales y de haber experimentado diversos fenómenos
paranormales, entre los que destacan; apariciones de luces en la noche,
avistamientos del legendario Tibicenas (demonios o genios malignos en forma de
perros oscuros), apariciones de entes, avistamientos de OVNIs e incluso han
aparecido vestigios de rituales satánicos. El Barranco de Badajoz es
considerado por la mayoría de parapsicólogos como un caso muy similar al famoso
Triángulo de Bridgewater ubicado en Massachusetts (Estados Unidos).
En el Barranco de Badajoz el omnipresente silencio y
la belleza del paraje son testigos mudos de los secretos milenarios que éste
encierra. En su interior alberga, además, recónditas galerías de agua donde
antaño trabajaban los lugareños en busca del preciado oro líquido. Sin motivo
aparente, estos mineros abandonaron sus herramientas de trabajo, sus hogares y,
sin echar la vista atrás, huyeron del lugar. ¿Por qué?, ¿Cuál fue el hecho que
los ahuyentó de su trabajo, el único medio que tenían para subsistir?
Muchos son los afamados investigadores que han
intentado resolver el misterio de la pavorosa espantada. Los sabios del lugar,
los mayores, dicen que a principios de siglo (1912), dos mineros que se
afanaban infructuosamente en encontrar una galería viable, derrumbaron una
pared donde se toparon de frente con dos maravillosos seres de luz. Reza la
leyenda, que éstos les invitaron a acompañarles y les indicaron el lugar idóneo
para cavar. Otra versión, contrariamente, afirma que un pavor se apoderó de
ellos y escaparon en búsqueda de la Guardia Civil. No hay documentos que
corroboren esta última, pero la realidad es que, desde la huida, nadie habita
en el barranco. Nadie se atreve.
Otra de las misteriosas historias del Barranco de
Badajoz es la de: “la niña de las peras”. Nos remontamos a los primeros años de
1900. Se cuenta que los padres de una niña enviaron a su hija al barranco en
busca de fruta pero ésta desapareció y no volvió a su casa. La zona fue
rastreada completamente por vecinos y amigos de los padres, los cuáles
desesperados buscaban a su hija sin encontrarla por ningún lado. Finalmente,
desanimados, la dieron por desaparecida.
“la niña de las peras” |
Allí fue despertada por un ser muy alto vestido de
blanco. Contó la niña que este ser no le inspiró ningún miedo, y accedió a
seguirle cuando se lo pidió. La niña acompañó al ser blanco hasta el interior
de una cueva en la que había unas escaleras por las que descendieron hasta
llegar a una especie de jardín en el que había más seres como él. Finalmente el
ser la acompañó de nuevo a la entrada de la cueva y se despidió de ella, que
recogió las peras y fue camino a su casa.
Actualmente se escuchan muchas historias de gente que
ha pasado noches en el barranco o ha entrado a la gruta que existe en el
barranco y ha escuchado la voz de la niña en forma de murmullos.
La soledad del barranco no impidió que germinaran,
como la más espesa neblina, más leyendas acerca del sobrecogedor paisaje.
Comparten protagonismo con los seres de luz unas esferas luminiscentes de color
blanco que se apoderan del frío de la noche; una gélida temperatura que, a su
antojo, se vuelve agradable, cálida, como una breve caricia en el devenir de
las horas. Eso es lo que dicen muchos aventureros que, a pesar de haber sido
alertados por los güimareros, se adentraron en los precipicios de lo
desconocido.
En el llamado también “puerta a otra dimensión”,
presenciaron hechos que se escapan a la imaginación: seres alados que,
curiosos, se acercaban a darles una bienvenida. Prueba de ello, es la
fotografía tomada por Teyo Bermejo en la expedición de 1991, que sin saber bien
a qué o quién disparaba su cámara, captó una instantánea del espeluznante ser.
Años más tarde, osó en volver al barranco para conseguir más imágenes: esta
vez, los insignes retratados fueron las esferas de luz blanca que danzaban,
despreocupadas, entre la vegetación.
Con el miedo en el cuerpo, aquellos que se han
atrevido a pasar una noche en sus entrañas, la mayoría escépticos, al día
siguiente confirmaron que no pasaron la velada solos: escucharon murmullos de
hombres y mujeres que, a modo de indescifrables conversaciones, brotaban de las
entrañas de la tierra, acompañados por un continuo caer de piedras. Pocos son,
muy pocos, los que se atreven a regresar al Barranco de Badajoz, abismo de
misterios.
Y como digo siempre, leed, investigad y llegad a
vuestras propias conclusiones.
Perseguid la verdad.
Pero además añadiría, viajad. Este hermoso lugar lo
merece.
🌄 ⛰
AURIFEX